Con la próxima edición de la feria Labelexpo Europe -que tendrá lugar del 24 al 27 de septiembre en Bruselas (Bélgica)- a la vuelta de la esquina, Mike Fairley repasa los cambios que ha experimentado la tecnología de impresión de etiquetas a lo largo de los años y plantea algunas de las decisiones de inversión en equipos que las empresas de manipulado deben empezar a considerar.
Las primeras etiquetas impresas de las que se tiene constancia datan de hace más de 400 años. En esa época tan lejana, se imprimían en papel producido a mano con tipografías en relieve o imágenes talladas en madera o metal, aplicando presión manualmente con una prensa de madera y un mecanismo de giro.
La prehistoria de las etiquetas
Todavía habrían de pasar 200 años para que las cosas empezaran a cambiar de forma notable. Las prensas manuales eran ya de acero, dotadas de una palanca para aplicar la presión, pero el papel todavía se hacía a mano. A principios del siglo XIX, la revolución industrial introdujo grandes cambios en el mundo de la imprenta: las primeras prensas con cilindros (activados por vapor), la técnica de impresión offset o las máquinas rotativas de fabricación de papel.
En esta época, también surgieron el papel estucado, el proceso de medios tonos, la impresión en color, así como toda una serie de aplicaciones que marcarían el comienzo de lo que hoy llamamos la industria de las etiquetas.
Entre estos avances, se hallaban la producción automática de botellas de vidrio de dimensiones estándares, cadenas embotelladoras, las primeras fábricas de enlatado, la proliferación de los productos farmacéuticos, las etiquetas para cajas, equipaje, cajas y bandas de puros, cajas de cerillas... Todas estas etiquetas se imprimían ahora en máquinas offset planas o prensas tipográficas.
A principios del siglo XX, aparecieron las primeras prensas de bobina estrecha para imprimir cinta encolada y autoadhesiva. Las grandes innovaciones en este tipo de tecnología llegaron de la mano de Stan Avery, que permitieron que los materiales adhesivos tuvieran una capa base y pudieran cortarse con una determinada forma en la prensa. Gracias a un sistema de troquelado y a la capa base, ahora se podían producir etiquetas adhesivas en forma de bobina. En este contexto, fabricantes como Gallus, Nilpeter y Mark Andy no tardaron en producir las primeras prensas tipográficas y flexográficas para rollos de etiquetas.
Aparición de las etiquetas autoadhesivas en Europa
La tecnología seguía evolucionando: impresoras serigráficas de bobina estrecha, estampación en caliente y equipos que combinaban varias técnicas, tintas de secado UV y sistemas de creación de planchas más avanzados. A finales de la década de 1970, las etiquetas autoadhesivas ya habían conseguido una cuota del 7% del mercado europeo del etiquetado, en el que se usaban todas las técnicas de impresión. Hoy en día, las autoadhesivas conforman el 40% de las etiquetas que se consumen, impulsadas por toda una serie de tecnologías y equipos innovadores desarrollados durante los últimos 30 años que han permitido imprimir las etiquetas más rápido, en bobinas más anchas, con utillajes rotativos y envolventes, prensas accionadas por servomotor y nuevas prestaciones como la inspección de bobina, el control del registro, la gestión cromática, entre muchos otros.
Por increíble que parezca, no fue hasta 1978 cuando empezaron a producirse los primeros códigos de barras para el sector minorista. En concreto, fue para las etiquetas de los productos de la cadena Fine Fare Supermarket. Fue también la primera vez que se introdujo un código de velocidad en los negativos para producir las barras verticales de los códigos. Hoy en día, en Europa, los códigos de barras son un elemento esencial de cualquier etiqueta.
Hasta la década de 1980, las etiquetas con códigos de barras que se usaban para los alimentos frescos en las tiendas y distribuidores eran sensibles al calor. A partir de este momento, empezó a utilizarse la impresión térmica directa y por transferencia térmica de las etiquetas de precio y peso con códigos de barras, etiquetas fabricadas con materiales autoadhesivos que se extendieron rápidamente a finales de dicha década.
En esa misma época, surgieron nuevos tipos de polipropileno y poliestireno (más tarde polietileno también) para aplicaciones de etiquetado más exigentes. Las grandes marcas requerían que se imprimiera sobre films de alta calidad para etiquetar champús, artículos de perfumería, productos industriales, etc. Estas exigencias obligaron a los fabricantes de equipos y a las empresas de manipulado a adaptarse.
Tres décadas de evolución en la tecnología de impresión de etiquetas
Como resultado de los cambios experimentados en los requisitos de producción de etiquetas, han sido varias las técnicas de impresión que han dominado el sector a lo largo de los últimos 30 años. En la década de 1980, las máquinas rotativas tipográficas eran las más utilizadas. En los años 90, el proceso flexográfico estuvo en auge. En gran parte de lo que llevamos de siglo XXI, las máquinas de impresión flexográfica UV han sido las que más se han vendido. No obstante, desde mediados de la década de 2000, las técnicas de impresión digital también han proliferado con rapidez, al principio con las tecnologías de líquido electrofotográfico y de tóner seco y, más recientemente, con los equipos por inyección de tinta de base agua y UV.
En 2014, está prevista la salida al mercado de la nueva tecnología de impresión nanográfica de Landa, un proceso offset por inyección de tinta que ya ha despertado un interés considerable entre los impresores de etiquetas, cartón plegable y envases flexibles.
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