A estas alturas, nadie discute la necesidad de investigar e innovar buscando nuevos productos y soluciones para mantener la competitividad y generar productos de mayor valor añadido. Es común escuchar en los tiempos que corren y en diferentes foros que es importante invertir en tecnologías y en I+D para renovar la industria en general y reconvertir gradualmente el tejido productivo en un sector más renovado, competitivo y moderno. En ocasiones se trata de frases hechas y que no se reflexionan profundamente, pero la realidad nos ha enseñado que aquellas empresas que invierten en I+D, finalmente recogen sus frutos y mantienen una posición de liderazgo en el mercado. Así, la máquina-herramienta no es una excepción y de la misma manera, se observa que las empresas que dedican parte de su esfuerzo a investigar nuevos procesos y buscar nuevas soluciones, se posicionan mejor en el mercado y consiguen nuevos clientes.
Desde el inicio de los tiempos, la investigación, la creatividad y los avances tecnológicos han estado ligados a periodos de mayor bienestar social y han supuesto el inicio de etapas de progreso. El fuego, la edad de hierro, la brújula, la máquina de vapor, Internet… Estos saltos tecnológicos han supuesto una serie de mejoras de las que, en mayor o menor medida, se ha beneficiado todo el tejido social. Las teorías actuales sobre el crecimiento económico incorporan estos avances científicos y el conocimiento como un factor de producción más, similar a los barriles de petróleo que produce un país u otros recursos con los que cuenta. De hecho, hay estudios que afirman que el conocimiento y los desarrollos tecnológicos derivados del mismo, tienen su reflejo en métodos más eficaces de producción y organización, y en nuevos y mejores productos y servicios.
En la misma línea, y a modo de ejemplo, los últimos informes que analizan los retos a los que se debe enfrentar la industria durante los próximos años afirman que el capital humano debe remplazar los conceptos tradicionales basados en capitales físicos como indicadores de competitividad. Se insiste también en que la diferenciación y creación de productos de mayor valor añadido, con mayor demanda social y aplicando sistemas de gestión y producción más eficientes y respetuosos con el medio ambiente, incrementarán las posibilidades de éxito de los mismos. Existen otros informes y estudios similares en los que, se remarca la importancia de la investigación como medio para adquirir conocimiento, innovar hacia productos de mayor valor añadido y optimizar los recursos.
Uno de los principales retos es conseguir establecer las relaciones óptimas entre los diferentes agentes socio-económicos que intervienen en la innovación de la industria. Estos agentes pueden ser tanto del sector público o privado y, en concreto, se combinan Universidades, Centros de Investigación, agencias de coordinación, asociaciones empresariales o sectoriales, empresas… Cualquier objetivo de las políticas de investigación pasa por conseguir crear un entorno favorable entre estos diferentes agentes y conseguir retornar la inversión económica realizada en I+D+i de nuevo a la sociedad en forma de nuevos productos, procesos, patentes, etc.
Para ello, una de las acciones más importantes se basa en promover la creación de un tejido empresarial con capacidad de innovación, hecho que está poniéndose de manifiesto debido a la enorme presión por parte de los países emergentes y la actual situación financiera. Uno de los instrumentos para avanzar en estas condiciones es la búsqueda de aliados estratégicos y desarrollos en cooperación con otros centros y empresas.
Entre varios se aprende más: investigación en cooperación
Es común oír que la industria debería ser más dinámica y menos conservadora y que para ello las empresas deberían dedicar más recursos a la I+D, para tener la capacidad de generar productos propios y de alto valor añadido. Estas ideas pasan por disponer de un tejido empresarial capaz de absorber los desarrollos tecnológicos con una velocidad suficiente como para mantener su competitividad en un mercado cada vez más complejo y difícil y para ello es necesario elevar la capacidad tecnológica e innovadora de las empresas. Sin embargo, se trata de una idea que en la mayoría de las circunstancias es mucho más fácil de proponer que de ejecutar.
Por ejemplo, dentro de las empresas dedicadas a la fabricación metalmecánica, solamente mantener la producción con los márgenes y los requisitos impuestos por los clientes en la actualidad, supone prácticamente el 100% de los recursos de una pyme convencional, lo cual hace prácticamente imposible el plantear innovaciones estructurales tanto en el producto como en la estructura de la propia empresa.
Así, una de las herramientas que se pueden utilizar para la renovación del tejido industrial es el apoyo en estructuras que a su vez tienen un acceso más fácil a las nuevas tecnologías y los resultados de la innovación. Este tipo de estructuras pueden ser los Centros Tecnológicos, dado su carácter innovador y la potencialidad en el desarrollo de nuevos proyectos y tecnologías. Cabe destacar también a las Universidades, que en los últimos años han dado un gran salto en indicadores y proyectos de investigación. Así, una estrategia que ha dado buenos frutos en muchas ocasiones se basa en establecer lazos de unión entre los diferentes agentes mediante proyectos en cooperación involucrando diferentes agentes.
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