En los próximos años, la llegada de la pandemia COVID-19 posiblemente se verá como un momento decisivo, que puso contra las cuerdas algunas de las reglas del trabajo más tradicionales e hizo patente la necesidad de trasladar la oficina a casa. En el caso de España, la paulatina vuelta a la oficina y a la normalidad está siendo un proceso lento y costoso. El camino hacia la recuperación avanza muy lentamente y muchas pymes deben, en paralelo, revisar y/o establecer nuevas políticas para equilibrar el trabajo en casa, o en remoto, con el presencial.
Trabajar en remoto no es solo beneficioso para los empleados, sino también para las empresas. En contra del estereotipo de que en casa los empleados no trabajan al mismo ritmo o que la productividad se resiente, un último estudio de Sage muestra que el 15% de las empresas encuestadas aumentará el teletrabajo en sus organizaciones. No obstante, existen ciertos inconvenientes a los que los responsables deben prestar atención, antes de tomar la decisión de trasladar parte de la actividad a un modelo basado en el teletrabajo.
Los profesionales que realizan su labor desde casa pueden sentirse aislados, desconectados de la empresa y, en ocasiones, desatendidos cuando necesitan ayuda o colaboración. En este sentido, la retención del talento puede verse afectada, así como la productividad, que puede disminuir, ya que, en ciertos momentos, los empleados deben enfrentarse individualmente a tareas y procesos para los que podrían haber contado con ayuda en la oficina y necesitan más tiempo para resolverlos.
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