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El cambio demográfico

08/11/2010

La tercera edición del RSEARCH presenta los efectos tanto macroeconómicos como microeconómicos del cambio demográfico. Analiza cómo este fenómeno puede afectar a la sostenibilidad del gasto público, a la productividad a escala local o al desabastecimiento de los mercados de trabajo; en suma, a la pérdida de competitividad de las economías desarrolladas como consecuencia última.

De igual modo, el número introduce qué papel puede tener la responsabilidad social a la hora de prevenir y mitigar las consecuencias negativas del envejecimiento de la población, además de poner sobre la mesa soluciones de muy diverso ámbito, a corto y largo plazo.

El cambio demográfico es un proceso lento, gradual y requiere una aproximación conjunta de todos los actores socioeconómicos. Cuanto más tiempo pase, el número de soluciones aplicables se reducirá dramáticamente. Es la hora de actuar, según Forética.

¿Qué es el cambio demográfico?

El envejecimiento de la población, la jubilación inminente de los denominados baby boomers y el descenso de los niveles de natalidad generan urgencia y presión en la necesidad de tomar medidas frente al reto del cambio demográfico. Este fenómeno, definido como un cambio en la composición de la edad de la población, es fruto en buena medida de los avances sustanciales en la sociedad en que vivimos.

El cambio demográfico es una historia de éxito si se considera desde el punto de vista de la sociedad. Se debe a un incremento en la calidad y duración de vida de las personas. Mejoras sustanciales en los servicios de salud, un incremento en la calidad de vida y la prosperidad económica han incrementado las expectativas de vida y el número de años que se vive de manera saludable. Vivimos más y mejor.

Aunque a priori esto sea una noticia a celebrar, este cambio brusco del perfil demográfico puede suponer una amenaza para el equilibrio de nuestros sistemas socioeconómicos. Un fuerte incremento de la esperanza de vida, junto con un descenso dramático de las tasas de natalidad, anticipa un escenario de profunda transformación en la estructura y funcionamiento de la sociedad. Para muchos expertos, el cambio demográfico es más cierto -en el sentido probabilístico del término- que el cambio climático y sin embargo apenas se le presta atención.

Desarrollo versus natalidad

La incorporación de la mujer al mercado de trabajo es un hecho relativamente reciente. La realidad macroeconómica nos revela una curiosa ley empírica. En contra de lo que cabría esperar, el nivel de natalidad de un país es inversamente proporcional a su grado de desarrollo económico. Los países industrializados, desde hace años, han experimentado una importante disminución en la tasa de natalidad. Así, en la UE-15, esta tasa se situaba en torno a trece nacimientos por mil habitantes en 2008. Por el contrario otros sistemas sociopolíticos arrojan cifras muy diferentes: Costa Rica, 17,71, o Angola, 44,09. Esta tendencia se replica de manera generalizada en todo el mundo.

Las causas que explican este cambio en la natalidad del mundo desarrollado son enormemente complejas y suelen estar fuertemente correlacionadas. Cambios culturales, el ritmo de vida, los hábitos, los gustos, las preferencias y -con especial significación- la incorporación de la mujer al mercado laboral han creado barreras, a menudo invisibles, a la natalidad. En España, la tasa de natalidad es de 10,73 nacimientos por mil habitantes, lo que constituye una de las más bajas del mundo.

El envejecimiento paulatino, una revolución silenciosa

Los efectos del cambio demográfico son ya hoy visibles en muchos lugares del territorio europeo. La edad media de maternidad de la mujer europea es cada vez mayor mientras que el número medio de hijos por mujer baja. Si bien es cierto que el envejecimiento de la sociedad es una señal de incremento en la calidad y la esperanza de vida, la ausencia de un reemplazo generacional genera dos consecuencias de calado.

En primer lugar, una mayor proporción de población anciana incrementa sustancialmente la tasa de dependencia. Esto repercute en un mayor gasto sanitario y asistencial, una mayor carga para el sistema de pensiones y una mayor concentración de la gestión de la dependencia.

Es importante subrayar que el cambio demográfico no es sólo un posible escenario futuro con una determinada probabilidad de ocurrencia. Es una tendencia predecible y que -salvo graves catástrofes naturales, guerras u otros fenómenos singulares- se producirá con un cien por cien de certidumbre.

Aunque no hay duda de que los efectos del cambio demográfico serán importantes, el grado de impacto es difícil de determinar, ya que afecta de manera muy local.

Asimetrías de una nueva estructura poblacional del planeta

Los próximos años serán testigos de una disminución en las poblaciones de Europa, Japón y otras partes desarrolladas del mundo. Al otro lado de la balanza, el crecimiento de la población tendrá lugar en continentes como Asia, África y América del Sur, aunque en este último se prevé que sea menor.

Esto provocará cambios en las tendencias de población a nivel mundial. En países en vía de desarrollo, especialmente los del continente africano, la tendencia es la opuesta a Europa: se prevé que, debido a altos niveles de natalidad y esperanzas de vida no tan largas en comparación con países desarrollados, la población estará compuesta mayoritariamente por personas jóvenes. Esto significa que la mayor concentración de jóvenes se agrupará en estas regiones.

La situación en España

Con más de 46,5 millones de habitantes, España también se ve afectada por este fenómeno demográfico. En la actualidad, un 17 por ciento de los españoles tienen más de 65 años y se prevé que este porcentaje aumente a un 37 por ciento en 2050. Esto representa un crecimiento del 117 por ciento en menos de 50 años.

En 1991, los jóvenes de entre 0 y 19 años suponían un 28 por ciento de la población. Las personas mayores de 65 años, por el contrario, representaban casi un catorce por ciento, lo que supone una ratio de dos jóvenes por cada persona mayor.

Hoy en día, la situación es bastante diferente. En España, en 2010, se observa que un 19 por ciento de la población tiene entre 0 y 19 años de edad y otro 18 por ciento tiene más de 65 años. La ratio entre jóvenes y mayores queda en 1,12, con una caída del 44 por ciento. Éste es un cambio significativo para una variable poco volátil históricamente y en un espacio de tiempo relativamente corto. Si se amplía la observación de este patrón a las proyecciones demográficas del INE para 2025 y 2049, los cambios son aún más radicales. En 2025, la ratio es de un joven por cada persona mayor de 65 años, mientras que, en 2049, es de 0,5 personas jóvenes por una persona mayor, lo que representaría una drástica reducción del 50 y del 72 por ciento respectivamente respecto a 1991.

Otra forma de ver este mismo fenómeno consiste en calcular la edad media de la población española a lo largo del tiempo y observar que ésta experimentará un incremento importante. La edad media actual es de 40 años; en 2025, será de 45,9 y, en 2049, de unos 48,2 años.

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