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El futuro de la competitividad europea (I)

10/02/2025

“Europa lleva desde comienzos de este siglo preocupándose por la desaceleración del crecimiento. Se han aplicado varias estrategias para aumentar las tasas de crecimiento, pero la tendencia no ha cambiado”, señala Mario Draghi en el prefacio del informe The future of European competitiveness - Part A | A competitiveness strategy for Europe”.
La transformación tecnológica se está acelerando rápidamente. Europa se perdió en gran medida la revolución digital liderada por Internet y los beneficios en productividad que trajo consigo: de hecho, la brecha de productividad entre la UE y EEUU se explica en gran medida por el sector tecnológico. La UE es débil en tecnologías emergentes que impulsarán el crecimiento futuro. Solo cuatro de las 50 principales empresas tecnológicas del mundo son europeas.
La UE está entrando en el primer periodo de su historia reciente en el que el crecimiento no estará respaldado por el aumento de la población. Se prevé que, para 2040, la fuerza laboral se reduzca en cerca de dos millones de trabajadores cada año. “Tendremos que apoyarnos más en la productividad para impulsar el crecimiento”, comenta Mario Draghi. Si la UE mantuviera su tasa media de crecimiento de la productividad desde 2015, solo alcanzaría para mantener el PIB constante hasta 2050, en un momento en el que la UE hace frente a una serie de nuevas necesidades de inversión que tendrán que financiarse mediante un mayor crecimiento.
Según el expresidente del Banco Central Europeo, para digitalizar y descarbonizar la economía y aumentar la capacidad de defensa de la UE, la participación de la inversión en Europa tendrá que aumentar en alrededor de 5 puntos porcentuales del PIB hasta niveles vistos por última vez en los años 1960 y 1970. Se trata de un hecho sin precedentes.
“Si Europa no logra ser más productiva, nos veremos obligados a elegir. No podremos convertirnos de inmediato en un líder en nuevas tecnologías, un modelo de responsabilidad climática y un actor independiente en el escenario mundial. No podremos financiar nuestro modelo social. Tendremos que reducir algunos de nuestros objetivos, si no todos. Es un reto existencial”, asegura Mario Draghi.

Tres áreas de acción para reactivar el crecimiento
En el informe, se identifican tres áreas principales de acción para reactivar el crecimiento sostenible.
En primer lugar, lo más importante, Europa debe reorientar profundamente sus esfuerzos colectivos para cerrar la brecha de innovación con EEUU y China, especialmente en relación a las tecnologías avanzadas.
El segundo ámbito de acción es un plan conjunto de descarbonización y competitividad. Si los ambiciosos objetivos climáticos de Europa se complementan con un plan coherente para alcanzarlos, la descarbonización será una oportunidad para Europa. Pero, si Europa no coordina sus políticas, existe el riesgo de que la descarbonización vaya en dirección contraria a la competitividad y el crecimiento.
El tercer ámbito de acción es el incremento de la seguridad y la reducción de las dependencias. La seguridad es un requisito previo para el crecimiento sostenible. El aumento de los riesgos geopolíticos puede incrementar la incertidumbre y frenar la inversión, mientras que los grandes shocks geopolíticos o las interrupciones repentinas del comercio pueden ser extremadamente perturbadores. A medida que se desvanece la era de la estabilidad geopolítica, aumenta el riesgo de que la creciente inseguridad se convierta en una amenaza para el crecimiento y la libertad.

¿Qué es lo que se interpone en el camino?
Mario Draghi afirma que, “en muchos de estos ámbitos, los Estados miembros ya están actuando de forma individual y las políticas industriales están en auge, pero es evidente que Europa no está a la altura de lo que podría lograr si actuara como una comunidad”.
Hay tres obstáculos que se interponen en el camino. En primer lugar, “Europa carece de un enfoque. Articulamos objetivos comunes, pero no los respaldamos estableciendo prioridades claras ni aplicando medidas políticas conjuntas”.
En segundo lugar, Europa está desperdiciando sus recursos comunes. “Tenemos un gran poder adquisitivo colectivo, pero lo diluimos entre múltiples instrumentos nacionales y de la UE”, asegura Mario Draghi.
En tercer lugar, “Europa no se coordina allí donde es necesario”. En el contexto de la UE, vincular políticas de esta manera requiere un alto grado de coordinación entre las iniciativas nacionales y de la UE, pero, debido a su proceso legislativo lento y desagregado, la UE tiene menos capacidad para generar dicha respuesta.
Una cuestión clave que se plantea es cómo debería financiar la UE las enormes necesidades de inversión que implicará la transformación de la economía.
En primer lugar, si bien Europa debe avanzar en su Unión de Mercados de Capitales, según el expresidente del Banco Central Europeo, el sector privado no podrá asumir la mayor parte de la financiación de las inversiones sin el apoyo del sector público. En segundo lugar, cuanto más dispuesta esté la UE a reformarse para impulsar un crecimiento de la productividad, más espacio fiscal tendrá y más fácil será para el sector público brindar dicho apoyo.

El punto de partida: un nuevo escenario para Europa
Europa tiene los cimientos para ser una economía altamente competitiva. El modelo europeo combina una economía abierta, un alto grado de competencia en el mercado, un sólido marco jurídico y políticas activas para combatir la pobreza y redistribuir la riqueza. Este modelo ha permitido a la UE conjugar altos niveles de integración económica y desarrollo humano con bajos niveles de desigualdad. Europa ha construido un Mercado Único de 440 millones de consumidores y 23 millones de empresas, que representan alrededor del 17% del PIB mundial, al mismo tiempo que ha alcanzado tasas de desigualdad de ingresos que son alrededor de 10 puntos porcentuales inferiores a las observadas en EEUU y China, según algunas mediciones. Al mismo tiempo, el enfoque de la UE ha originado resultados sobresalientes en términos de gobernanza, salud, educación y protección del medio ambiente. De los diez países del mundo con mejores puntuaciones en la aplicación del Estado de derecho, ocho son Estados miembros de la UE. Europa supera a EEUU y China en términos de esperanza de vida al nacer y baja mortalidad infantil. Los sistemas de educación y formación de Europa ofrecen un alto nivel educativo, ya que un tercio de los adultos han completado la educación superior. La UE también es líder mundial en materia de estándares medioambientales y de sostenibilidad y en avances hacia la economía circular, respaldada por los objetivos globales más ambiciosos de descarbonización, y puede beneficiarse de la zona económica exclusiva más grande del mundo, que abarca 17 millones de kilómetros cuadrados, cuatro veces la superficie terrestre de la UE.
Sin embargo, el crecimiento en la UE se ha desacelerado, impulsado por el debilitamiento del incremento de la productividad, lo que pone en tela de juicio la capacidad de Europa a la hora de cumplir sus objetivos. La UE ha establecido una serie de objetivos -como lograr altos niveles de inclusión social, lograr la neutralidad de carbono e incrementar la relevancia geopolítica- que dependen del mantenimiento de niveles de crecimiento económico sólidos. Sin embargo, el crecimiento económico de la UE ha sido constantemente más lento que en EEUU durante las dos últimas décadas, mientras que China ha estado poniéndose al día rápidamente. La brecha entre la UE y EEUU en cuanto al PIB a precios de 2015 se ha ampliado gradualmente de poco más del 15% en 2002 al 30% en 2023, mientras que, en términos de paridad de poder adquisitivo (PPA), ha surgido una brecha del 12%. La brecha se ha ampliado menos en términos per cápita a medida que EEUU ha experimentado un crecimiento demográfico más rápido, pero sigue siendo significativa: en términos de PPA, ha aumentado del 31% en 2002 al 34% en la actualidad. El principal causante de estos desarrollos divergentes ha sido la productividad. El crecimiento más lento de la productividad se asocia a su vez con un crecimiento más lento de la renta y una demanda interna más débil en Europa: sobre una base per cápita, la renta disponible real ha crecido casi el doble en EEUU que en la UE desde 2000.
Al mismo tiempo, tres condiciones externas -en comercio, energía y defensa- que impulsaron el crecimiento en Europa tras el final de la Guerra Fría se han ido desvaneciendo. En primer lugar, incluso cuando el crecimiento interno se desaceleró, la UE se benefició significativamente del florecimiento del comercio mundial bajo reglas multilaterales. Sin embargo, el orden comercial multilateral está ahora en una profunda crisis y la era del rápido crecimiento del comercio mundial parece haber pasado: el FMI proyecta que el comercio mundial crecerá un 3,2% en el medio plazo, un ritmo muy por debajo de su promedio anual de 4,9% entre 2000 y 2019. En segundo lugar, a medida que las relaciones con Rusia se normalizaban, Europa pudo satisfacer su demanda de energía importada adquiriendo gas en abundancia por gasoducto, que representó alrededor del 45% de las importaciones de gas natural de la UE en 2021. Pero esta fuente de energía relativamente barata ha desaparecido a un coste enorme para Europa. La UE ha perdido más de un año de crecimiento del PIB y ha tenido que reorientar recursos fiscales masivos a subvenciones energéticas y a construir nueva infraestructura para importar gas natural licuado. En tercer lugar, la era de estabilidad geopolítica bajo la hegemonía estadounidense permitió a la UE separar en gran medida la política económica de las consideraciones de seguridad, así como utilizar el “dividendo de paz” del menor gasto en defensa para apoyar sus objetivos internos. Sin embargo, el entorno geopolítico ahora está cambiando debido a la invasión rusa de Ucrania, el deterioro de las relaciones entre EEUU y China y la creciente inestabilidad en África, que es una fuente de muchos productos básicos que son claves para la economía mundial.
Para reactivar la productividad y sostener el crecimiento en este mundo cambiante, es necesario aumentar la competitividad de la UE. El objetivo central de una agenda de competitividad debería ser aumentar el crecimiento de la productividad, que es el motor más importante del crecimiento a largo plazo y conduce a un aumento del nivel de vida a lo largo del tiempo. La promoción de la competitividad no debería entenderse en el sentido estricto de un juego de suma cero centrado en conquistar cuotas de mercado mundiales y aumentar los superávits comerciales. Tampoco debería conducir a políticas de defensa de los “campeones nacionales”, que pueden sofocar la competencia y la innovación, o a utilizar la contención salarial para reducir los costes relativos. Hoy en día, la competitividad tiene menos que ver con los costes laborales relativos y más con los conocimientos y las habilidades incorporados a la plantilla. Más allá de este objetivo amplio, un enfoque en la competitividad sectorial o industrial puede ser particularmente útil en situaciones en las que las empresas, por lo demás productivas, se ven perjudicadas por un terreno de juego mundial desigual, ya sea por asimetrías en la regulación o por grandes subvenciones en el exterior. En esos escenarios, la igualdad de condiciones puede ser necesaria para un crecimiento continuo de la productividad. Por último, una agenda de competitividad moderna también debe abarcar la seguridad. La seguridad es un requisito previo para el crecimiento sostenible, ya que el aumento de los riesgos geopolíticos puede incrementar la incertidumbre y frenar la inversión, mientras que los grandes choques geopolíticos o las interrupciones repentinas del comercio pueden ser extremadamente disruptivos.

Tres transformaciones por delante para Europa
Europa se enfrenta ahora a tres grandes transformaciones, la primera de las cuales es la necesidad de acelerar la innovación y encontrar nuevos motores de crecimiento. La competitividad de la UE se ve afectada actualmente por dos frentes. Por un lado, las empresas de la UE hacen frente a una demanda extranjera más débil, especialmente de China, y a una creciente presión competitiva de las empresas chinas. El BCE considera que la proporción de sectores en los que China compite directamente con los exportadores de la Eurozona se acerca ahora al 40%, frente al 25% en 2002. La participación de la UE en el comercio mundial está disminuyendo, con una caída notable desde el inicio de la pandemia. Por otro lado, la posición de Europa en las tecnologías avanzadas que impulsarán el crecimiento futuro está reduciéndose. Solo cuatro de las 50 principales empresas tecnológicas del mundo son europeas y la posición global de la UE en tecnología se está deteriorando: de 2013 a 2023, su participación en los ingresos tecnológicos mundiales cayó del 22% al 18%, mientras que la participación de EEUU aumentó del 30% al 38%. Europa necesita acelerar su ritmo de innovación urgentemente, tanto para mantener su liderazgo en el sector manufacturero como para desarrollar nuevas tecnologías de vanguardia. Una innovación más rápida, a su vez, ayudará a aumentar el crecimiento de la productividad de la UE, lo que conducirá a un mayor incremento de los ingresos de los hogares y una mayor demanda interna. Europa aún tiene la oportunidad de cambiar de rumbo. Ahora que el mundo está al borde de otra revolución digital, desencadenada por la difusión de la inteligencia artificial (IA), se ha abierto una ventana para que Europa corrija sus deficiencias en materia de innovación y productividad y recupere su potencial manufacturero.
En segundo lugar, Europa debe reducir los altos precios de la energía y, al mismo tiempo, seguir descarbonizándose y migrando hacia una economía circular. El escenario energético ha cambiado irreversiblemente tras la invasión rusa de Ucrania y la consiguiente pérdida del gas natural por gasoducto. Si bien los precios de la energía han caído considerablemente desde sus picos, las empresas de la UE aún hacen frente a los precios de la electricidad, que son dos o tres veces más altos que en EEUU, y los precios del gas natural, que se pagan cuatro o cinco veces más altos. La descarbonización podría ser una oportunidad para Europa, tanto para tomar la delantera en nuevas tecnologías limpias y soluciones circulares, como para transformar la generación de energía hacia fuentes de energía limpia seguras y de bajo coste de las que la UE dispone de generosas dotaciones naturales. Sin embargo, que Europa pueda aprovechar esta oportunidad dependerá de que todas las políticas estén en sintonía con los objetivos de descarbonización de la UE. La transición energética será gradual y los combustibles fósiles seguirán desempeñando un papel central en los precios de la energía durante el resto de esta década, lo que amenaza con una volatilidad continua de los precios para los usuarios finales. Las industrias de la UE que utilizan energía de manera intensiva hacen frente a costes de inversión más altos que sus competidores, para cumplir con los objetivos de descarbonización. Al mismo tiempo, la competencia china se está agudizando especialmente en las industrias clave que impulsarán la descarbonización -como las tecnologías limpias y los vehículos eléctricos-, debido a una poderosa combinación de política industrial masiva, innovación rápida, control de las materias primas y capacidad de producción a escala continental. Para que la UE tenga éxito, necesitará diseñar una estrategia coherente para todos los aspectos de la descarbonización, desde la energía hasta la industria.
 

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