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El futuro de la competitividad europea (III)

24/02/2025

Un plan conjunto de descarbonización y competitividad
Los elevados costes de la energía en Europa son un obstáculo para el crecimiento, mientras que la falta de generación y capacidad de la red podría impedir la difusión de la tecnología digital y la electrificación del transporte. Las estimaciones de la Comisión Europea sugieren que los elevados precios de la energía en los últimos años han hecho mella en el crecimiento potencial en Europa. Los precios de la energía también siguen afectando a la sensibilidad sobre inversión corporativa mucho más que en otras grandes economías. Alrededor de la mitad de las empresas europeas consideran que los costes energéticos son un importante impedimento para la inversión: 30 puntos porcentuales más que las empresas estadounidenses. Las industrias intensivas en energía (EII) han sido las más afectadas: la producción ha caído entre un 10% y un 15% desde 2021 y la composición de la industria europea está cambiando, con un aumento de las importaciones de países con menores costes de la energía. Los precios de la energía también se han vuelto más volátiles, lo que añade incertidumbre a las decisiones sobre inversión. Sin un aumento significativo de la generación y la capacidad de la red, Europa también puede enfrentarse a limitaciones a la hora de digitalizar la producción, ya que la formación y el funcionamiento de los modelos de IA y el mantenimiento de los centros de datos requieren un gran consumo de energía. Actualmente, los centros de datos son responsables del 2,7% de la demanda eléctrica de la UE, pero se prevé que para 2030 su consumo aumente un 28%.
Los objetivos de descarbonización de la UE también son más ambiciosos que los de sus competidores, lo que crea costes adicionales a corto plazo para la industria europea. La UE ha establecido una legislación vinculante para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero al menos en un 55% para 2030 en comparación con los niveles de 1990. EEUU, en cambio, ha establecido un objetivo no vinculante de una reducción del 50-52% por debajo de los niveles (más altos) de 2005 para 2030, mientras que China solo aspira a que sus emisiones de carbono alcancen su punto máximo a finales de la década. Estas diferencias crean enormes necesidades de inversión a corto plazo para las empresas de la UE a las que sus competidores no hacen frente. Se estima que la descarbonización de las cuatro mayores industrias de transporte (productos químicos, metales básicos, minerales no metálicos y papel) costará 500.000 millones de euros en total durante los próximos 15 años, mientras que, en el caso de las partes del sector del transporte que son “más difíciles de reducir” (el transporte marítimo y la aviación), las necesidades de inversión rondarán los 100.000 millones de euros cada año entre 2031 y 2050. La UE es también la única región importante del planeta que ha introducido un precio significativo del CO2. Este factor de coste tiene una importancia limitada hasta el momento, ya que la producción industrial pesada ha estado cubierta en gran medida por derechos de emisión gratuitos en el marco del Régimen de Comercio de Emisiones (RCDE). Sin embargo, estos derechos de emisión se eliminarán progresivamente con la introducción del Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono (MCAF).
La descarbonización ofrece a Europa la oportunidad de reducir los precios de la energía y tomar la delantera en tecnologías limpias (“clean tech”), al tiempo que se vuelve más segura energéticamente. La descarbonización del sistema energético europeo implica el despliegue masivo de fuentes de energía limpia con bajos costes marginales de generación, como las energías renovables y la nuclear. Algunas regiones de la UE están dotadas de un alto potencial para fuentes de energía renovable competitivas en cuanto a costes: por ejemplo, la solar en el sur de Europa y la eólica en el norte y el sudeste. El despliegue de energía renovable en Europa ya está aumentando, alcanzando alrededor del 22% del consumo final bruto de energía de la UE en 2023, en comparación con el 14% en China y el 9% en EEUU. Al mismo tiempo, Europa tiene un fuerte potencial innovador para satisfacer la creciente demanda nacional y mundial de soluciones de energía limpia. Si bien Europa es débil en innovación digital, es líder en innovación de tecnología limpia. Esto presenta oportunidades: según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), más de una tercera parte de las reducciones de emisiones de CO2 requeridas a nivel mundial en 2050 dependen de tecnologías que actualmente se encuentran en la fase de demostración o prototipo. La electrificación del sistema energético europeo también será un factor que facilite el crecimiento del sector del transporte sostenible de la UE. Las empresas de la UE son pioneras en otros subsectores del transporte sostenible. Por ejemplo, la UE posee el 60% de las patentes mundiales de alto valor y encabeza la clasificación mundial de las empresas más innovadoras en combustibles con bajas emisiones de carbono, que son esenciales para la descarbonización de la aviación y el transporte marítimo a medio plazo y también, potencialmente, para los vehículos pesados.
Sin embargo, no hay garantía de que la demanda de tecnología limpia de la UE se satisfaga con la oferta de la UE, dada la creciente capacidad y escalabilidad chinas. La UE aspira a alcanzar un mínimo del 42,5% de su consumo de energía de fuentes renovables para 2030, lo que requerirá que prácticamente triplique su capacidad instalada de energía solar fotovoltaica y más que duplique su capacidad de energía eólica. Además, la UE habrá abolido definitivamente el motor de combustión interna a partir de 2035, cuando todos los automóviles de pasajeros y vehículos ligeros nuevos registrados en Europa deberán tener cero emisiones de escape. La tecnología china puede representar la ruta más económica para lograr algunos de estos objetivos. Debido a un ritmo rápido de innovación, bajos costes de fabricación y subvenciones estatales cuatro veces mayores que en otras economías importantes, el país se sitúa actualmente a la cabeza de las exportaciones mundiales de tecnologías limpias. Se prevé un exceso de capacidad significativo: a más tardar en 2030, se espera que la capacidad de fabricación anual de China para energía solar fotovoltaica (PV) sea el doble del nivel de la demanda mundial, y para las células de batería se prevé que cubra al menos el nivel de la demanda mundial. La fabricación de vehículos eléctricos se está expandiendo a un ritmo similar. La UE ya está experimentando un marcado deterioro de su balanza comercial con China, que se refleja en particular en las importaciones de vehículos eléctricos, baterías y productos solares fotovoltaicos. Si bien se cree que la economía china está entrando en una fase de consolidación industrial, es probable que persista el exceso de capacidad, especialmente dada la debilidad persistente en el consumo de los hogares y las altas tasas de ahorro. Además, en respuesta a la competencia desleal percibida, un número cada vez mayor de países están levantando barreras arancelarias y no arancelarias contra China, lo que redireccionará el exceso de capacidad china hacia el mercado de la UE. En mayo, EEUU anunció importantes aumentos de los aranceles contra una serie de productos.
Europa debe afrontar algunas decisiones fundamentales sobre cómo seguir su camino hacia la descarbonización preservando al mismo tiempo la posición competitiva de su industria. Es poco probable que las soluciones en blanco y negro tengan éxito en el contexto europeo. Emular el enfoque estadounidense de excluir sistemáticamente la tecnología china probablemente retrasaría la transición energética y, por lo tanto, impondría mayores costes a la economía de la UE. También sería más costoso para Europa activar aranceles recíprocos: más de una tercera parte del PIB manufacturero de la UE se absorbe fuera de la UE, en comparación con solo alrededor de una quinta parte en el caso de EEUU. Sin embargo, es poco probable que un enfoque de laissez-faire tenga éxito en Europa, dada la amenaza que podría representar para el empleo, la productividad y la seguridad económica. Según las simulaciones del BCE, si la industria china de vehículos eléctricos siguiera una trayectoria de subsidios similar a la aplicada en la industria solar fotovoltaica, la producción interna de vehículos eléctricos de la UE disminuiría un 70% y la cuota de mercado de los fabricantes europeos en el mercado global caería 30 puntos porcentuales. Solo la industria automotriz emplea, directa e indirectamente, a casi 14 millones de europeos. Dada la sólida posición de Europa en materia de innovación en tecnologías limpias, también podría perder la posibilidad de beneficiarse de los futuros beneficios de productividad que aportará este sector. Sin cierta presencia en las industrias intensivas en energía, la seguridad económica de Europa podría verse socavada, por ejemplo, por una menor seguridad alimentaria (falta de fertilizantes y pesticidas) y una menor autonomía para el sector de defensa. Lo más importante es que el “Pacto Verde Europeo” se basó en la creación de nuevos empleos verdes, por lo que su sostenibilidad política podría verse en peligro si la descarbonización conduce, por el contrario, a la desindustrialización en Europa, incluyendo las industrias que pueden apoyar la transición verde.
Europa tendrá que aplicar una estrategia mixta que combine diferentes herramientas y enfoques de política para diferentes industrias. Se pueden distinguir cuatro grandes casos diferentes. En primer lugar, hay algunas industrias en las que la desventaja de Europa en materia de costes es demasiado grande para ser una competidora seria. Incluso aunque la UE haya perdido terreno debido a las subvenciones en el extranjero, tiene sentido a nivel económico importar la tecnología necesaria y posibilitar que los contribuyentes extranjeros asuman los costes, al tiempo que se diversifican los proveedores en la medida de lo posible, para limitar la dependencia. El segundo caso amplio son las industrias en las que la UE se preocupa por dónde se produce -para proteger los empleos frente a la competencia desleal- pero no tiene en cuenta el origen de la tecnología subyacente. En este caso, una combinación eficaz de políticas consistiría en alentar la entrada de inversión extranjera directa y, al mismo tiempo, implementar medidas comerciales para compensar la ventaja de costes obtenida por los subsidios extranjeros. El tercer caso son las industrias en las que la UE tiene un interés estratégico en garantizar que las empresas europeas conserven los conocimientos técnicos y la capacidad de fabricación pertinentes, lo que permitirá aumentar la producción en caso de tensiones geopolíticas. En este caso, la UE debería procurar aumentar la “financiabilidad” a largo plazo de las nuevas inversiones en Europa, por ejemplo aplicando requerimientos de contenido local, y garantizar un nivel mínimo de soberanía tecnológica. Esto último se puede lograr exigiendo a las empresas extranjeras que quieran fabricar en Europa que funden joint ventures con empresas locales. Las consideraciones de seguridad pueden conducir, con el tiempo, a cambios en la clasificación de las industrias de interés estratégico. El cuarto caso son las “industrias incipientes”, en las que la UE tiene una ventaja innovadora y percibe un alto potencial de crecimiento futuro. En este caso, existe un manual bien establecido de aplicación de una gama completa de medidas que distorsionan el comercio hasta que la industria alcance una escalabilidad suficiente y se puedan retirar las protecciones.
Para ejecutar esta estrategia será necesario un plan conjunto de descarbonización y competitividad en el que todas las políticas estén alineadas con los objetivos de la UE. Entre las áreas prioritarias que se abordarán, se encuentran, en primer lugar, la reducción de los costes energéticos para los usuarios finales, transfiriendo los beneficios de la descarbonización y acelerando la descarbonización del sector energético de forma rentable, aprovechando todas las soluciones disponibles. En segundo lugar, aprovechar las oportunidades industriales que presenta la transición verde, que van desde mantenerse a la vanguardia de la innovación en tecnologías limpias, hasta fabricar tecnologías limpias a gran escala y aprovechar las oportunidades que ofrece la circularidad. En tercer lugar, la igualdad de condiciones en los sectores más expuestos a la competencia desleal del exterior o que se enfrentan a objetivos de descarbonización más exigentes que sus competidores internacionales, incluyendo la aplicación de aranceles y otras medidas comerciales cuando sea necesario.
 

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